domingo, 28 de marzo de 2010

Organización de las enseñanzas de bachillerato de adultos.



El bachillerato de adultos requiere mayor atención. La Dirección General de Formación Profesional y Educación de Adultos no tiene competencia organizativa en los IES, aunque sí en las enseñanzas de estos centros, cual es el caso del bachillerato semipresencial, que concentra el mayor número de alumnado de bachillerato de adultos en Canarias. Si las enseñanzas postobligatorias fueran prioridad asumida de hecho, el bachillerato de adultos se trataría como el cimiento de la inminente sociedad europea del conocimiento, en el que es preciso invertir, aprovechando los recursos de la población adulta con formación secundaria obligatoria.

Tras 4 cursos académicos de funcionamiento regulado por la Orden de 30 de junio de 2006 parece necesario hacer algún tipo de valoración.

Organización de las enseñanzas. El bachillerato se puede cursar en régimen semipresencial (BSP), a distancia con autorización (BDT), o por Internet (BI).

El BSP se imparte en los IES (antiguos nocturnos), con ratios de hasta 50 alumnos por grupo y carga horaria para sesiones presenciales superiores a la mitad del total (30/54). Entre lo positivo de este periodo cabe señalar la implantación de una modalidad que busca una adaptación de los antiguos nocturnos, y que sigue siendo solicitada por la mayor parte de los alumnos. Entre lo negativo tenemos la detracción de carga horaria cuando los grupos no alcanzaban el mínimo de 15 alumnos, que nuestra asociación ha denunciado por entender que vulnera el principio de igualdad de oportunidades. El respeto a las ratios reguladas nos parece esencial. La lucha contra el abandono puede adoptar muchas formas, pero nunca saltarse la Orden establecida para cumplimiento de todos, y menos aún justificándose en los consabidos abandonos, lo que supone una aceptación institucionalizada de los mismos.

El BDT se imparte en los CEAD, con ratios de hasta 100 alumnos por grupo y carga horaria para sesiones presenciales de la tercera parte del total (15/45). Nótese que este bachillerato resulta más barato a la Administración, puesto que contempla 45 horas lectivas en vez de las 54 del anterior; además duplica las ratios. La razón de ello es difícil de entender. Para un profesor es difícil hacer un seguimiento a más de 100 alumnos en total. Si aquí tuviesen que hacerlo a 400 sería imposible, luego hay una inflación que presupone la institucionalización del abandono, calculado aquí en un 75% del total de matriculados, y se tiene en cuanta en vez de buscar medidas para combatirlo. De producirse éstas, las condiciones de trabajo de los docentes se verían seriamente perjudicadas, y no obstante “muy posibles” pues están recogidas en la Orden, por lo que o se cambia la Orden o hay que albergar cierto escepticismo respecto a la voluntad de los docentes por luchar contra el abandono.

El BI se organiza de hecho con ratios de un máximo de 35 alumnos por grupo (que no aparece en la Orden), carece de sesiones presenciales y de un total de 60 horas computables en horario del profesorado. Un profesor de BI tendría un máximo de 1/3 de los alumnos máximos de un profesor de BDT. Si éste impartiese BI tendría además 1/3 más de horas lectivas reconocidas. ¿Acaso no se producen similares porcentajes de abandono en este tipo de bachiller? Además a estos profesores la Consejería les suministra material didáctico en el que ella ha invertido, aunque sólo repercuta en apenas el 6% de los alumnos de bachillerato de adultos. ¿No sería más razonable haber dispensado este gasto para confeccionar materiales que repercutiesen en la mayoría de los alumnos?

Aparentemente, y teniendo en cuenta los medios económicos con que se dotan, la conclusión sería que se quiere potenciar el bachillerato por Internet, en segundo lugar el BDT y finalmente se deja a sus suerte el BSP. Pero curiosamente la demanda del alumnado va en sentido contrario: Lo más solicitado es el BSP, luego el BDT y finalmente el BI. Quiero traer aquí a colación el manido asunto de la autonomía del adulto y especialmente del adulto con competencias digitales. Una cosa es ser adulto y otra distinta ser autónomo para el aprendizaje de los objetivos y contenidos del bachillerato. La autonomía para el aprendizaje es un fin del bachillerato, por lo tanto no se puede presuponer al principio lo que ha de venir al final. Indudablemente los tiempos cambian y los ordenadores ayudan, pero es más fácil sacar el título de bachillerato sin ordenador que sin profesor, y eso lo sabe la gente.

Por tanto se echa en falta una coordinación de acciones, y especialmente una orientación en el momento de la preinscripción o de la matrícula. No hace mucho tiempo era difícil derivar a un alumno a un tipo de enseñanzas más acordes a su perfil, pero en esta época de crisis debiéramos seleccionar a aquellos alumnos idóneos (no sólo por competencias digitales sino también por perseverancia y disponibilidad horaria, entre otras) abordando de una vez el compromiso de acabar con la inflación de matrícula, pero condicionando éste a que desde la Administración se acometa el recíproco de introducir racionalidad y sentido común en las ratios.